El Cuartel de Caballería de Almansa

      En 1778, el Rey Carlos III concedió a la villa de Almansa el título de ciudad. En honor a tal nombramiento, la corporación municipal decidió erigir un cuartel de caballería para el ejército real. El edificio tenía unas grandes dimensiones, unas cien varas de longitud por cincuenta de latitud según cuentan las crónicas. En él, se podían alojar a más de ciento ochenta soldados montados, y desmontados más de trescientos. Además, contaba con oficinas de guardia para los secretarios de los oficiales, amplias cocinas para el sustento de la tropa, e incluso una cárcel tanto para prisioneros de guerra como para los motines que se producían en las filas de los reclutas por las penosas condiciones que sufrían los soldados en el ejército.

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      El gasto de la obra corrió a cargo de los vecinos del pueblo, desde el más infeliz hasta el hacendado más repuesto sin excepción de clases o personas según su posibilidad económica. Los más paupérrimos con su mano de obra en los días desocupados y en los festivos, y los segundos con sus carruajes y caballerías, sumados a los fortuitos donativos para aquellos que más lo necesitaban.

      Tras ocho largos años de construcción, donde el pueblo había pasado unos años de malas cosechas y epidemias, apareció una publicación de los Reales Decretos de Reforma de la Caballería y Repartimiento de Tropas en las Provincias en la que expresaba la dificultad de ocupar este cuartel de Caballería por parte de las tropas reales. La noticia cayó como un jarro de agua fría en la estrenada ciudad de Almansa, ya que el entusiasmo del pueblo se vio mermado por tal decisión.

      Tras conocerse la noticia, el ayuntamiento envió una misiva al Rey suplicando a S.M que se dignara a admitir la fábrica como una demostración de la fidelidad del Rey por la ciudad almanseña. No debemos olvidar, que su padre Felipe V fue vencedor en estas tierras en 1707, teniendo una especial atención ya que gracias a esta victoria el camino hacia el levante peninsular fue más sencillo para lograr el trono de España.

    facoloma  De esta manera, se le suplicó que la aceptara como Casa de Postas, Mesón o Fonda, pues servía para todo ello. De hecho, contaba con una excelente comunicación, junto al Camino Real de Valencia a la Corte y tal vez en el de Alicante, ya que la podría utilizar como hospedaje real.

      Tras tres meses de espera, una carta firmada por el Conde de Floridablanca hacía saber al ayuntamiento que el Rey había aceptado benignamente la oferta del edificio del cuartel, de cuya fábrica haría un uso público, según las providencias de Su Majestad.

      En los años sucesivos, la vida del cuartel tuvo una usanza de posada, repercutiendo en un beneficio económico para el pueblo. Pero en ocasiones se utilizó para la función que fue construido, es decir, como cuartel para tropas transeúntes del monarca.

        La desamortización que iniciaron los políticos liberales a mediados del siglo XIX afectó a las propiedades civiles del Estado. El cuartel fue desamortizado por un precio de venta de 812.000 reales, consiguiendo el precio más alto de la provincia por un inmueble.

      En 1857, el ayuntamiento arrendó a Don Sebastián de Cuenca Huerta el uso del cuartel como posada. La buena situación por carretera entre Madrid y Valencia, sumado al auge ferroviario que comenzaba a surgir en la ciudad, hicieron que la posada revalorizara su arrendamiento. Así, el precio del pago fue de 28.181 reales y 75 céntimos por una duración de tres años.

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      La sociedad almanseña comenzó a cambiar, la industrialización llegó a la ciudad debido al ferrocarril y al numeroso contingente de artesanos del calzado. Esta industria posibilitó la aparición de talleres en Almansa, siendo el más importante el de la familia Coloma. Así, tras la expansión de su negocio, los tres hermanos Aniceto, Ernesto y Herminio decidieron comprar el cuartel en 1899 a Eduardo Soldevilla para convertirla en una de las fábricas de calzado más grandes de Europa. La familia Coloma pronto comenzó a modernizar el viejo cuartel de Caballería, introduciendo tecnología muy avanzada importada de Estados Unidos. La fábrica experimentó un gran crecimiento debido a la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, copando los mercados europeos de la época. De igual modo, la empresa se benefició de la Guerra Civil Española fabricando las botas para el ejército de la República.

      La posguerra asestó una dura puñalada tanto a la sociedad de calzados Coloma como a la vida del antiguo cuartel. Las dificultades de abastecimientos de materias primas, sumado al bajo consumo de la población y la ideología republicana de algunos de sus miembros provocó el cierre de la empresa en 1954.

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      El edificio permaneció abandonado hasta que en la década de los setenta fue demolido. Aquel imponente cuartel, construido con el sudor del pueblo almanseño en honor del rey Carlos III se fue para siempre. Hoy en día, respecto a la función que hubiera tenido son todo hipótesis, pero no tenemos la mínima duda que por su majestuosidad se hubiera convertido en un icono para la ciudad, representando el poderío industrial que ha supuesto el calzado para nuestra población.

Bibliografía:

Gomez Cortés Jesus.; Almansa, “Notas históricas sobre su pasado”.

Gomez Cortés, Jesus.: “La fábrica de los Coloma”.

López Megías, Fernando. R.: “La Guerra de Sucesión” 2004